Somos... hijos del maíz

Gastronomía mexicana
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Cultivo de antaño, herencia cultural

El maíz es sin duda una de las aportaciones mesoamericanas más importantes para la humanidad, una semilla que ha sido base y sustento por generaciones y se mantiene en la actualidad.

Al sur de la Ciudad de México, hermosos paisajes rurales contrastan con el desarrollo de una urbe de vanguardia, de arquitectura donde se aprecia su evolución.

En estas zonas rurales hay grandes extensiones de tierra que se dedican para el cultivo. Los microclimas que poseen brindan ventajas a los productores para la siembra de gran variedad de productos, entre ellos el maíz.

Al acercarse y convivir con las personas dedicadas a este cultivo, nos damos cuenta de su gran pasión y amor por el campo, del respeto que muestran a sus tierras, y consideran esta labor

como un reencuentro con sus padres y abuelos, cuyo conocimiento ha sido heredado y aprovechan para alimentar y sustentar a sus familias.

El cultivo de maíz no es una tarea fácil y menos a quienes por las condiciones de sus terrenos se les complica el uso de maquinaria, o no cuentan con recursos para adquirirla o pagar a alguien más para trabajar los terrenos. El trabajo en el campo es agotador. Se comienza con la preparación del terreno que consiste en arar la tierra para que quede floja o suelta, se pueden apoyar de la yunta con animales de tiro; después pasan la rastra, igualmente jalada por animales, para emparejar la tierra y finalmente forman los surcos. El siguiente paso es la siembra, para esto los agricultores ya seleccionaron su semilla (los productores siembran semillas criollas originarias de su región), usan una herramienta llamada coa con la cual hacen pequeños agujeros en los surcos y depositan de entre 3 y 4 semillas (varía según el productor), posteriormente las tapan con la misma tierra. Continúan las labores con la fertilización, usan abonos orgánicos como la lama de los animales y composta para que el maíz se vuelva resistente, realizan la escarda que consiste en compactar la tierra junto a la planta; al tiempo que se debe ir deshierbando para evitar que las malezas invadan el cultivo.

El trabajo en el campo debe ser constante para asegurar una buena cosecha, procurando las mejores condiciones para el desarrollo del maíz, y al final se puedan degustar unos deliciosos elotes o mazorcas de buena calidad y de alto valor nutricional.

Las labores inician desde muy temprano, a las seis de la mañana ya se encuentran en sus campos, sin importar las inclemencias del clima, su jornada laboral dura todo el día, el esfuerzo físico es tremendo. En cambio, el precio del maíz es muy bajo, «se gasta más de lo que se gana», por ello, deben emplearse en otro tipo de trabajos para solventar sus necesidades económicas, lo que ha provocado el abandono de las tierras; algunos propietarios prefieren venderlas, y en esas tierras se han sembrado bloques de tabique y cemento que como plaga, va cambiando el entorno.

A pesar de todo, los agricultores y sobre todo los de edad avanzada se regocijan con este quehacer, para ellos, esta actividad los mantiene fuertes y jubilosos. El campo los reconforta, el olor a tierra húmeda por las mañanas o al caer la lluvia les crea apego a sus raíces, la brisa del viento les da vida; disfrutan la sombra de un árbol y desde ahí observan como con su esfuerzo crecen los cultivos y tiñen de verde el horizonte.

Los productores relatan experiencias que han marcado su vida, mientras en ollas, comales y sartenes se cocinan recuerdos y vivencias que se disfrutan en familia. El esposo labra la tierra con ayuda de sus hijos, en su momento, la mujer les lleva de comer, al finalizar la jornada aprovechan para recoger quelites, hierbas curativas, hierbas aromáticas y demás cosas que la tierra tan bondadosa les provee. Actualmente aunque las cosas han cambiado, conservan algunos aspectos que sus padres y abuelos les legaron y hoy lo comparten con los pequeños rostros cuyas sonrisas son el abono que dan fuerza al trabajo de mañana.

Entrar al entorno productivo de maíz en la zona sur de la CDMX se convierte en una fascinante experiencia. Su entusiasmo y orgullo por ser agricultores nos hace reflexionar sobre el daño que tal vez involuntariamente hacemos al consumir el maíz importado, cuando estamos viendo como este es un producto de calidad garantizada, libre de agroquímicos cumpliendo la normativa estipulada en la CDMX para los productores, por lo tanto es un alimento saludable, apoyaríamos la economía de los agricultores y estas tierras dejarían de ser abandonadas al volver a ser redituable este cultivo.

Los productores defienden las semillas criollas al continuar con su cultivo y asegurar su permanencia.

Se dice que no hay mejor restaurante ni mejor chef que en la cocina de quien con amor, dedicación y paciencia, elabora los platillos que dará a sus invitados.